Un migrante venezolano desesperado, lejos de su familia y sin medios

CIUDAD JUÁREZ | Un migrante venezolano que regresa a México después de gastar sus últimos dólares cruzando la frontera hacia los Estados Unidos encuentra su sueño cada vez más incierto a medida que termina el Título 42.

“No entiendo por qué no pude pasar. Éramos un grupo de 12 y yo fui el único que fue rechazado”, dice Erick Rangel abatido en un santuario remoto en Ciudad Juárez, México.

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Este último salió de Chile el 11 de marzo con 3.000 dólares en el bolsillo, dejando atrás a su esposa, tres hijos y un trabajo recogiendo fruta para probar suerte más al norte.

Después de esperar en vano una cita a través de la aplicación CBP One durante casi un mes, se quedó sin dinero y decidió entregarse a las autoridades estadounidenses a través de Matamoros, en el extremo este del país.

esposado y despedido

Ocho días después, fue trasladado en avión de regreso a Tijuana, 1,500 millas al oeste, bajo el Título 42, esposado y encadenado.

Esta controvertida medida restrictiva ha permitido a EE. UU. deportar a migrantes incluso antes de que soliciten asilo más de 2,7 millones de veces desde que comenzó la pandemia.

Pero termina este jueves, plazo que preocupa tanto a Erick Rangel que está perdiendo el apetito.

“¡Mira lo gorda que estaba!”, exclama, compartiendo una foto donde lo vemos gordito y sonriente, rodeado de su familia.

situación irresoluble

El venezolano se siente atrapado y enumera sus opciones.

Si cruza la frontera hacia Estados Unidos antes del 11 de mayo, los funcionarios de inmigración podrían enviarlo de regreso a México y no tendría ni un centavo para regresar a casa.

No sabe si podrá obtener una fecha valiosa en la aplicación en los próximos días.

Y después del 11 de mayo, cruzar la frontera a través del Muro está fuera de discusión porque teme la deportación y luego una prohibición de entrada de cinco años a los Estados Unidos.

“Me equivoqué. No sé qué hacer… Me equivoqué. ¿Qué hago aquí, en un albergue, solo?”, se pregunta en voz alta con tristeza.

Sentado en la litera inferior de una litera, su mirada se pierde en el espacio. “Un amigo me dijo que llorara, me haría bien”, suelta.

¿Y oyó? “Oh, sí, lloré mucho”.

En colaboración con Itzel Aguilera

Ivette Zamora

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