El desierto del norte de México parecía ideal para los menonitas cuando se establecieron allí hace 26 años: un lugar sin electricidad, televisión ni automóviles. Pero hoy la comunidad está profundamente dividida y algunos quieren irse.
Planean enganchar los caballos, cargar sus pertenencias en sus carros y abandonar la zona. La razón ? La llegada de líneas eléctricas instaladas por el gobierno.
“Dicen que la electricidad es pecado”, explica Enrique Friesen, de 37 años, que ha decidido quedarse con su mujer y sus ocho hijos.
Los menonitas de México son descendientes de un movimiento protestante muy conservador que surgió de la Reforma en la Europa del siglo XVI. Sus antepasados huyeron de la persecución en Alemania y los Países Bajos a Rusia antes de emigrar a Canadá o México.
Hoy en día, los residentes del pueblo de Sabinal viven casi como una tribu indígena aislada en el desierto, excepto que su piel blanca, cabello rubio y ojos azules son un recordatorio de sus orígenes.
Llevan ropa tradicional que ellos mismos confeccionan, monos y sombreros para los hombres, y vestidos largos y vaporosos para las mujeres.
Y hablan bajo alemán. Como prueba de su limitado contacto con el resto de México, generalmente hablan muy poco español.
La comunidad rechaza el uso de celulares, televisores, autos y hasta llantas de caucho en sus carritos de compras.
De los aproximadamente 60.000 menonitas que viven en el estado de Chihuahua, los de Sabinal, con 1.500 personas, son los más aislados.
Entre estos últimos, casi un tercio de estos pobladores de ascendencia rusa y canadiense planean cruzar México para llegar al estado de Campeche, en el sureste del país, donde ya está establecida otra comunidad menonita.
Una comunidad próspera
Quienes quieren quedarse tienen una actitud positiva hacia la electricidad: además de la comodidad de las lámparas eléctricas y los ventiladores, también les ayuda a regar sus campos, una tarea complicada en el desierto.
Aquellos que quieren irse sienten que el mundo exterior ya ha invadido tanto su cultura que deben aceptar una mayor intrusión.
“No quieren cambiar”, dijo a la AFP Isaac Redecop, que regenta una tienda de alimentación en el pueblo, cerca de un consultorio médico, una farmacia y una ferretería.
En otras partes del mundo, otros menonitas usan automóviles, “pero hasta donde yo sé, vivimos de manera más pacífica y silenciosa que ellos”, dice.
Sabinal está a cuatro horas de Ciudad Juárez -una ciudad mexicana plagada de narcotraficantes y famosa por la cantidad de asesinatos que han tenido lugar allí- a través de una serie de caminos de tierra que serpentean entre montañas, colinas y pastos.
En Sabinal, la influencia externa proviene principalmente de los trabajadores agrícolas que los menonitas contratan en una aldea vecina.
Porque los menonitas son agricultores de gran éxito. La comunidad produce 1,5 toneladas de queso por día, un queso que se ha vuelto popular en la zona y atrae muchos clientes a Sabinal.
“Es el único queso disponible sin productos químicos”, explica Isaac Redecop.
Los menonitas también cultivaban algodón, sorgo y hortalizas y utilizaban un vasto sistema de pozos para irrigar el desierto.
Cuando se mudaron aquí desde el estado de Zacatecas (centro) en 1992 y buscaban tierras de cultivo más grandes, compraron sus tierras a 172 dólares la hectárea. Ahora planean venderlos a 7.000 dólares la hectárea.
El reguetón y Enrique Iglesias
En el pueblo las familias tienen hasta 17 hijos, lo que significa que la población es muy joven.
Al ver a un extraño, los niños se esconden y gritan divertidos en alemán.
Los niños van a la escuela seis meses al año, seis años para las niñas y siete años para los niños. Aprenden a leer y escribir, estudian matemáticas, así como historia menonita y la Biblia.
“La gente dice que la electricidad es mala. Dicen que en la tele hay cosas malas. Pero no creo que todo en la tele sea malo”, dijo Jacobo, un joven soltero de 19 años que quiere quedarse.
“También dicen que si la gente tuviera neumáticos de goma sólo los usarían para ir al pueblo a comprar alcohol. Pero eso no es culpa de los neumáticos”, añade.
Los domingos, los adolescentes rebeldes en el campo escuchan a escondidas reguetón y canciones de Enrique Iglesias mediante pequeños parlantes que funcionan con baterías. Descubrieron esta música a través del contacto con trabajadores mexicanos.
Incluso se dice que algunos aprendieron a conducir en secreto.
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