Fracturas abiertas, órganos perforados, un aborto espontáneo: este es el triste balance de los intentos desesperados de los migrantes por escalar el muro en la frontera entre México y la ciudad californiana de San Diego, que las autoridades estadounidenses han cerrado alegando la pandemia.
“Tú y yo no saltaríamos de una pared de diez pies, pero lo hacemos. Es desesperación”, dice el Dr. Jay Doucet, director de traumatología del Hospital de la Universidad de California en San Diego.
Como era de esperar, el número de heridos y muertos solo aumentó proporcionalmente con la altura del muro.
“No hemos tenido ninguna fatalidad antes”, dijo.
Un último mes del Dr. Un estudio publicado por Doucet y otros médicos informa de 67 pacientes hospitalizados en relación con el Muro en la zona entre 2016 y 2018.
Pero desde que el expresidente Donald Trump ordenó que se elevara de 5,4 metros a más de 9 metros en algunos lugares en 2019, el número de víctimas ha herido a 375 personas y ha matado a 16.
“Tenemos pruebas concretas de que los muros más altos no detienen ni desvían los flujos migratorios, sino que provocan cada vez más heridos”, lamenta el cónsul de México en San Diego, Carlos González Gutiérrez.
El muro fronterizo, en cambio, parece infranqueable: compuesto casi en su totalidad por gruesos postes de difícil agarre, se extiende a lo largo de cerros y dunas hasta las agitadas aguas del Pacífico.
“No sé cómo pude levantarme, todo pasó muy rápido. Cuando me di cuenta, ya estaba del otro lado”, dice la Sra. M., quien salió de Colombia con su familia, según ella, fue amenazado.
Su hija de 16 años, por otro lado, se rompió el tobillo y estuvo hospitalizada durante varias semanas.
– “Años mortales” –
La Sra. M. tenía miedo de escalar la pared, pero eso no la detuvo. “No podíamos dar marcha atrás”, dice ella.
La familia quería solicitar asilo pero no contactó a las autoridades estadounidenses porque, como muchos migrantes, temían ser deportados bajo el “Título 42”.
Esta medida, diseñada para evitar la propagación de enfermedades contagiosas, fue activada en marzo de 2020 bajo la presidencia de Donald Trump por una ley de 1893 que permite a Estados Unidos deportar a cualquier persona que no tenga una visa válida y una visa formal, incluso los solicitantes de asilo.
Algunas organizaciones estadounidenses reportan un total de 1,8 millones de deportaciones.
“Durante la pandemia, muchos migrantes que buscaban asilo cometieron actos de desesperación porque no tenían la oportunidad de presentarse legalmente. Esto les ha hecho tomar caminos peligrosos, por el desierto, la montaña o el mar”, lamenta Pedro Ríos, la ONG American Friends Service Committee, que acude en su ayuda.
El presidente Joe Biden anunció su deseo de derogar el Título 42 el 23 de mayo, pero varios gobernadores se opusieron y acudieron a los tribunales.
“El Título 42 ha causado un sufrimiento humano tremendo”, denuncia Aaron Reichlin-Melnick, experto de la ONG American Immigration Council, para quien “2021 y 2022 serán los años más mortíferos para las personas que cruzan la frontera”.
El año pasado, las autoridades estadounidenses registraron oficialmente 557 muertes en la frontera suroeste, casi el doble que en 2018, antes del Título 42 y la construcción del muro.
“El número sigue aumentando”, dice el Dr. Doucet, que ha tratado nada menos que a siete pacientes heridos al cruzar el muro. Uno de ellos se encontraba en estado crítico con múltiples fracturas y perforaciones en pulmones e intestinos.
“Pensamos que soluciones simples como un muro resolverían el problema, pero solo lo empeoraron”, dice el médico.
El “Título 42” y sus pretextos de salud ya no son relevantes para el Sr. Reichlin-Melnick.
“Más de 20.000 ucranianos han sido admitidos en San Diego y otros cruces fronterizos en los últimos dos meses”, dijo.
“Esto demuestra que el +Título 42+ no tiene nada que ver con la salud. No hay razón para acoger a miles de ucranianos y bloquear a personas de Nicaragua, Venezuela o Haití que buscan asilo”, cree.
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