El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, conocido como AMLO, brindó este miércoles una conferencia de prensa, un formato que le encanta, y de repente le respondió a un periodista: “El gobierno se está tomando un respiro”. [dans ses relations avec Madrid] “.
“El tiempo en que nos respetemos y ya no seamos vistos como una tierra de conquista”. Estas declaraciones tan duras ocuparon de inmediato las portadas de ambos países. Con esta pregunta:
¿Qué es una “ruptura” entre dos países? Tuvimos que esperar hasta ayer para la respuesta oficial. Una pausa no es “una pausa sino una protesta fraternal” para el presidente mexicano contra determinadas empresas españolas que “han abusado de nuestro país y de nuestros pueblos”.
Se refería a las grandes empresas españolas del sector energético, Iberdrola y Repsol. No es la primera vez que ataca a estos grupos que han invertido mucho en el país.
En general, España es el segundo mayor inversor extranjero en México, con unos activos de casi 70.000 millones de euros, solo por detrás de Estados Unidos. Inversiones que se han beneficiado de veinte años de liberalización de la economía mexicana.
La electricista Iberdrola, por ejemplo, abrió centrales eléctricas y compró electricistas locales, compitiendo con la empresa estatal CFE. Una competencia que el actual presidente mexicano encuentra injusta. Una crítica emparejada con la desconfianza política.
Iberdrola, por ejemplo, no solo logró cazar furtivamente a un exministro de energía del gobierno anterior, sino que una de sus filiales incluso tiene en su directorio a un expresidente mexicano ultraliberal: Felipe Calderón.
La misma sospecha de implicación política en el gigante español de la construcción OHL. Su ubicuidad en los mercados públicos de la capital, Ciudad de México, ha sido objeto de numerosas investigaciones, denuncias de corrupción y le ha valido el apodo de “mimado del expresidente Enrique Peña Nieto”.
Baste decir que estos gigantes industriales, de servicios y bancarios españoles, que tienen una presencia masiva sobre el terreno, no huelen a santidad desde que un gobierno de tendencia izquierdista pero, sobre todo, claramente populista tomó el poder hace tres años.
La compenetración es el tema recurrente de la conquista española. En marzo de 2019, el presidente López Obrador envió una carta al Rey de España pidiéndole disculpas por las atrocidades cometidas durante la conquista medio milenio antes.
Volvió al cargo el año pasado, quejándose de que las autoridades españolas “ni siquiera tuvieron la decencia de responder a su carta”. Les falta humildad. Siempre la misma sospecha: España, antigua potencia colonial, repetiría hoy con sus actividades las conquistas imperialistas de ayer.
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