La caza de delfines, una práctica japonesa promocionada como parte de la cultura local pero controvertida en el extranjero, se reanudará el 1 de septiembre. La temporada está programada para terminar en marzo.
Durante estas cacerías, los pescadores de delfines conducen a las ballenas hacia una bahía estrecha golpeando sus botes para desorientarlas. Se seleccionan delfines jóvenes sanos para enviarlos a acuarios y delfinarios, mientras que el resto se mata.
Luego, los pescadores golpean repetidamente largos tubos de metal directamente detrás del orificio nasal para dañar la columna vertebral. En pánico, algunos animales a menudo se encuentran atrapados en redes, asfixiándose y ahogándose. También sucede que los mamíferos chocan violentamente contra las rocas y sucumben a sus heridas.
Un delfín amaestrado puede valer unos 50.000 euros
Las autoridades de la ciudad portuaria de Taiji, en el archipiélago del oeste de Japón, abrieron una comisaría improvisada para vigilar las posibles protestas por el bienestar animal de los grupos activistas.
Japón defiende con vehemencia su caza de ballenas y delfines. Estos últimos todavía son cazados por su carne, pero la creciente demanda de especímenes para exhibición en los delfinarios está preocupando la práctica, dice Sandra Altherr, de la organización alemana de derechos de los animales Pro Wildlife. Un delfín amaestrado puede valer hasta 50.000 euros, ilustra.
China es el primer cliente, pero Japón también vende estos mamíferos a Rusia, Tailandia, México, Vietnam, Turquía, Egipto y Túnez.
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